De pronto la vida nos sacude y nos reta, si encontramos esa luz de sabiduría, esa valentía de dar un paso al frente y contestar con apertura el llamado de nuestro corazón , inicia un proceso de profundo cambio, y predecir hacia donde nos lleva ese camino es prácticamente imposible.
Lo que he llegado a entender es que esos pasos de gran coraje nos llevan cada día mas cerca de nuestra verdadera naturaleza, de nuestra esencia.
No es fácil, este camino generalmente viene acompañado de grandes cambios y lo que en el momento se siente como un gran sacrificio. Lo vivimos como sacrificio porque significa abandonar antiguos patrones y vivir la vida desde un lugar nuevo y desconocido.
Para poder cruzar ese espacio entre quien he sido y esa mejor versión que deseo ser debemos abrazar y despedirnos de algunas partes de nosotros mismos que nos trajeron hasta este momento de crecimiento, esta es una cruda verdad: “Los nuevos comienzos llegan cuando nos despedimos de antiguos ciclos”.
Y esa parte es difícil, ¿no? Aceptar el fin de un ciclo. Llegar a un punto de convencimiento de que esa forma de vida tan familiar cumplió su ciclo, aceptar que esa zona de “confort” se va a desvanecer.
Muchos de nosotros llevamos en nuestro corazón una lista de pendientes, de promesas sin cumplir, de sueños sin realizar, de errores sin rectificar y un karma antiguo que a veces creemos se nos va a cobrar. Y ponemos nuestra vida en una larga pausa que no esta alineada con nuestros deseos más profundos y que nos frenan para avanzar, para dar esos pasos necesarios y evolucionar hasta nuestra mejor versión, esa que al cerrar los ojos y conectar con nuestro corazón sabemos que es símbolo de paz y felicidad en el momento presente.
Este avance requiere de fe, amor propio y valentía. El momento ha llegado, es ahora.